Con las novelas «Guerra
y Paz», «Anna Karenina»y «La muerte de Iván Ilich» el buscador Google ha querido ilustrar la trayectoria del
escritor ruso.
¿Qué pensaría Lev (León)
Nikoláyevich Tolstói si hoy se viera homenajeado con un «doodle» en Google por
el 186 aniversario de su nacimiento? El escritor ruso, autor de «Guerra y Paz»
y «Ana Karénina», concedía un minúsculo papel a los avances técnicos. ¿Podían
mejorar el interior de las personas?, se preguntaba.
El 28 de octubre de 1910,
Tolstói viajó de Belev a Kozelsk en un humilde vagón de pasajeros. Tenía 82
años y apenas le quedaban pocos días de vida. Sin embargo, como era habitual en
él, entabló una agradable conversación con el campesino que tenía enfrente y a
ella se irían sumando otras personas. La escena era observada por la maestra
del Gimnasio de Belev, que reconoció de inmediato a Tolstói, a pesar de su
voluntad de pasar desapercibido. En aquel compartimento se habló de muchas
cosas: de los problemas de los campesinos, de la vejez, de Dios, de los avances
tecnológicos (alguien comentó que la gente ya podía volar). Al llegar a la
estación de destino, de noche, Tolstói sacó de un bolsillo de su abrigo una
linterna eléctrica y la maestra, que había escuchado su rechazo a dichos
avances un momento antes, le dijo: «¡Ya ve lo útil que es la ciencia!». «Sí, es
cierto –repuso Tolstói–, pero es algo sin lo cual podemos vivir. De hecho, la
linterna me causa preocupación porque es incómoda de llevar y se estropea con
frecuencia. Mi pregunta es si nos puede mejorar como personas».
La escena que relató Anna Caballé
en ABC a raíz de la publicación de «Conversaciones y entrevistas. Encuentros en
Yásnaia Poliana» (Fórcola) revela cómo fue «la última y atribulada etapa del
escritor, cuando la cola de gente en su casa se formaba ya a primeras horas de
la mañana. Llegaban de todas partes buscando un consejo, consuelo, ayuda
económica, una entrevista, una foto, una dedicatoria, pasar a la posteridad
junto al gran hombre. A Tolstói le daba la impresión de tener en sus manos un
altavoz: «No se pueden decir tonterías a través del altavoz». Y eso le hacía
sentir un gran peso sobre sus hombros, porque todo cuanto decía adquiría una
resonancia extraordinaria».
Sus dos grandes obras,
«Guerra y paz» y «Anna Karénina», novelas cumbres del realismo, aún no han sido
aún superadas, a juicio de muchos expertos y sin embargo, «no son más que dos
jarros, aunque abundantes, en los caudalosos ríos de tinta que el genial autor
escribió a lo largo de su dilatada vida», escribía Rafael M. Mañueco al
cumplirse en 2010 un siglo de su fallecimiento. «Cosacos», «La muerte de Iván
Ilich», «Sonata a Kreutzer», «Amo y Criado» y «Resurrección», son otras de sus
obras, pero también redactó cuentos, relatos cortos, ensayos, artículos de
prensa, cartas y diarios personales.
Hijo del conde Nikolái Ilich
Tolstói y la condesa Mariya Tolstaya, al filo de los 50 años, cuando escribía
«Anna Karénina», Tolstói evolucionó hacia posiciones contestatarias, se
enfrentó a los zares, al régimen establecido, y creó un movimiento de ideas ascetas,
contrario a la propiedad privada de la tierra y defensor de la liberación del
campesinado y de la resistencia no violenta. Plasmó sus ideas en libros como
«El reino de Dios está en vosotros», que tuvieron una profunda influencia en
Gandhi y Martin Luther King.
Tolstói tuvo un fuerte
impacto en el desarrollo del movimiento anarquista, más concretamente, como
filósofo cristiano libertario y anarcopacifista. Fue tal su influencia que el
escritor y teórico anarquista Pedro Kropotkin llegó a citarlo en el artículo
Anarquismo de la Enciclopedia Británica de 1911.
Pese a ser profundamente
religioso, terminó siendo excomulgado por la Iglesia Ortodoxa rusa por no
aceptar muchos dogmas cristianos. En «Resurrección» atacó a los órganos de
Justicia de la Rusia zarista, al funcionariado, la nobleza y también a la
Iglesia. Unos le tildaron por ello de radical y desequilibrado aunque muchos
otros le siguieron en su movimiento pacifista y vegetariano por el que acabó
enfrentándose a su mujer.
Casado con Sofía Andréyevna
Bers, que entre 1863 y 1888 le dio 13 hijos, sus relaciones se tensaron cuando
se planteó dejar en herencia el patrimonio familiar y los derechos de autor a
la causa. A los 82 años abandonó su casa mientras su mujer dormía y acompañado
por su médico se subió a un tren sin decir a nadie su destino. El mismo tren de
las conversaciones antes citadas.
Se creyó que se dirigía a
Moscú, a la casa de la familia en la capital, pero allí no se presentó nadie.
Mientras tanto, en Yásnaya Poliana, Sofía Andréyevna protagonizaba un intento
de suicidio atizando aún más la angustia general por la desaparición del genio.
El 7 de octubre de 1910, de acuerdo con el calendario juliano, 20 de noviembre
según el gregoriano, el literato ruso falleció de neumonía en la casa del jefe
de estación de Astápovo. En los últimos años había abjurado de su obra anterior
y muchos lo consideraban un loco, pero a juicio de Mauricio Wiesenthal («El
viejo León. Tolstói, un retrato literario» (Edhasa), el escritor ruso «fue un
precursor en la batalla contra la falta de fe y de valores» que «se rebeló
contra la frialdad racionalista y la tibieza del relativismo moderno».
Tomado del homenaje rendido por Google en el aniversario de su nacimiento.
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