Luther King, el Gandhi afroamericano que hace 50 años 'tuvo un sueño'
La fuerza de su oratoria despertó la conciencia de
todo un país.
La fuerza de su oratoria despertó la conciencia de
un país. Se cumple medio siglo de su discurso.
La
década de 1960 fue un tiempo de grandes transformaciones. Fue una época de
sueños hechos realidad, como la llegada del hombre a la Luna, de utopías
juveniles como el mayo francés o la primavera de Praga, pero también de
pesadillas como el apartheid, la amenaza nuclear y la crisis de los misiles.
Fue la década en que surgieron los hippies y el amor libre, la conciencia
ecológica y la música de The Beatles, mientras la televisión se convertía en el
medio de masas de la aldea global. En este escenario, se produjo esa
extraordinaria cruzada a favor de los derechos civiles de los afroamericanos
liderados por un pastor baptista que proclamaba la no violencia, y hablaba de
sueños y tierras prometidas.
Martin
Luther King (1929-1968) era en cierto modo un predestinado. Había nacido en
Atlanta, Georgia, en el interior de una familia cristiana, y estuvo desde muy
niño imbuido del espíritu religioso de esa iglesia negra sureña, de cánticos y
sermones encendidos; sin embargo, también vivió en carne propia la maquinaria
de la discriminación en la sociedad de Estados Unidos, donde el mundo había
sido partido en dos, entre blancos y negros, entre privilegiados y excluidos.
En
1954, se hizo cargo de una iglesia baptista en Montgomery, Alabama, y ahí
inició su prédica por los derechos civiles. Se puso a la cabeza de miles de
afroamericanos que boicotearon el sistema de buses de la ciudad debido a un
incidente que marcó un antes y un después en la lucha por la igualdad: el
arresto de una mujer negra, Rosa Parks, quien se negó a ceder su asiento a un
hombre blanco en el autobús, tal como lo mandaba la ley. Durante 382 días,
hombres, mujeres y niños afroamericanos caminaron por las calles sin subir al
transporte municipal, hasta que la ley segregacionista fue abolida, un triunfo
que no estuvo exento de acciones represivas y de atentados contra la casa de
Luther King y otros líderes de la resistencia.
A
diferencia de personajes como Malcolm X o grupos como las Panteras Negras, que
proponían la violencia, el ojo por ojo, como única respuesta a la
discriminación, Luther King empleó otro tipo de fuerza: la resistencia
pacífica. Y lo hizo siguiendo el modelo de Mahatma Gandhi: “Fue la figura que
lo inspiró”, dice Mbare Ngom, profesor de la Universidad de Morgan, en
Baltimore (Estados Unidos), quien el lunes pasado dio una charla sobre Luther
King en el ICPNA de Miraflores, como parte de las actividades del Mes de la
Historia Afroamericana. “Él supo estar ahí y galvanizar toda esa energía, toda
esa cólera, llevándola por otro territorio, el de la no violencia. Esto jugó a
su favor”, afirma el académico. “El país se horrorizó cuando vio cómo unos
ciudadanos desarmados que solo querían marchar de una ciudad a otra eran
golpeados por la policía con una fuerza desproporcionada, perseguidos con gases
lacrimógenos y perros”.
“Todo
esto despertó a mucha gente que no quería ver el problema de la segregación
racial”, agrega Ngom. Un papel trascendental jugó la emergente televisión de
los sesenta, que llevó las terribles imágenes a todos los hogares de la clase
media estadounidense.
Para
1963, después de numerosos arrestos, atentados y asesinatos contra ciudadanos
afroamericanos por parte de la policía y organizaciones extremistas, ya existía
plena conciencia en amplios sectores de la sociedad y la política de Estados
Unidos de que la discriminación racial debía llegar a su fin.
Fue
entonces cuando Luther King encabezó la gran marcha por el trabajo y la
libertad a Washington. En las afueras del Capitolio, ante 250 mil personas
venidas de distintos estados, pronunció su célebre discurso “Tengo un sueño”.
“Era un orfebre de la palabra. Su sueño significaba igualdad, inclusión y
eliminación de la pobreza. Él quería ver al hijo del antiguo esclavo y al hijo
del antiguo dueño de esclavos sentados juntos en la misma mesa de la
hermandad”, afirma Mbare Ngom.
En
1964 le dieron el Premio Nobel de la Paz, pero nunca dejó de ser ese sencillo
pastor baptista, hogareño y sensible a los problemas de su comunidad: “Era una
persona generosa”.
“El
día que lo asesinaron, cuando fue a apoyar a los trabajadores que recogían la
basura en Memphis, no tenía que estar ahí, pues estaba enfermo y le habían
recomendado quedarse en cama, pero cuando le dijeron que había personas que
querían oírlo, se levantó y fue a verlas”, relata Ngom.
Como
una premonición, le había dicho a la multitud en el Mason Temple: “He visto la
tierra prometida, pero es posible que no llegue ahí con ustedes”.
Horas
después, el 4 de abril de 1968, fue asesinado por un francotirador de un
disparo en la cabeza. Tenía solo 39 años.
¿Conspiración?
Se
ha escrito mucho sobre la muerte de Luther King, sobre si el autor confeso,
James Earl Ray, fue el verdadero autor del disparo o si existía detrás una
conspiración.
El
profesor Ngom señala: “Al principio, hubo sospechas de que el FBI era parte de
la conspiración, porque Ray primero confesó y más tarde se desdijo. Hasta ahora
no se sabe si fue el acto de un individuo o de alguien que actuaba como parte
de una conspiración. A mí no me sorprendería ninguna de las dos posibilidades”.
King por poco no incluye la frase
‘Tengo un sueño’
Clarence
Jones estaba a 15 metros de su jefe, Martin Luther King Jr., en un día soleado
de 1963 cuando King pronunció el discurso que cambiaría para siempre las
relaciones raciales en Estados Unidos. Hoy, 50 años después, Jones recuerda que
las palabras “tengo un sueño”, no estaban en el texto que King preparó y
comenzó a leer ese día. De repente, King recuperó una frase que había usado
antes con poco impacto, según Jones, abogado, confidente y escritor de
discursos de King. El discurso fue pronunciado ante 250.000 personas que
acudieron a Washington D.C. en una marcha a favor de los derechos civiles, en
un momento en que era ilegal que negros y blancos se casaran en muchos estados,
y unos meses después de que manifestantes en Alabama fueron atacados con perros
de la policía y mangueras de incendios.
Jones
contó que los primeros siete párrafos los leyó tal cómo él los escribió y “todo
lo que dijo después fue espontáneo”.
Una pieza retórica de poderosos
efectos
Uno
de los más bellos discursos de la historia lo pronunció aquel líder
integracionista negro que desde las gradas del Lincoln Memorial sacudió los
cimientos de una nación. Era el 28 de agosto de 1963 y más de 250 mil personas
se habían congregado para escuchar las palabras de Martin Luther King. La
potente voz de King rugió desde las bases del monumento de Abraham Lincoln: “Hace
cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó
la Proclama de la Emancipación. Este trascendental decreto significó un gran
rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las
llamas de una marchita injusticia”.
Procuró
dar consolación a los asistentes: “Sé que algunos de ustedes han venido hasta
aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién
salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde, en
su búsqueda de libertad, han sido golpeados por la tormenta de la persecución y
derribados por los vientos de la brutalidad policial”.
La
pieza oratoria no hizo concesiones al agotamiento: “Estoy orgulloso de reunirme
con ustedes hoy en la que será ante la historia la mayor manifestación por la
libertad en la historia de nuestro país”.
No
podría ser sino un discurso de reconciliación: “Hay algo que debo decir a mi
gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia.
Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por
derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad
bebiendo de la copa de la amargura y el odio”.
Luego
dijo a toda voz: “Hoy les digo a ustedes que a pesar de las dificultades del
momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño
americano”.
Se
refería al sueño de la libertad y de las oportunidades, aquel que Thomas
Jefferson plasmó en la Declaración de Independencia.
De
allí la frase de King: “Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el
verdadero significado de su credo: afirmamos que estas verdades son evidentes:
que todos los hombres son creados iguales”.
Desgarra,
asimismo, el giro que toca en torno al futuro de sus hijos: “Sueño que mis
cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el
color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad. ¡Hoy tengo un
sueño!”.
JORGE PAREDES LAOS
Y RAÚL MENDOZA
Suplemento El Dominical
EL COMERCIO (Perú) GDA
*Con información de REUTERS
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