domingo, 28 de abril de 2013

EL LUGAR MÁS LINDO DEL MUNDO


Santiago Gamboa escribe para la revista Nexos, de México, y el diario El Mercurio, de Chile. Foto: Carlos Ortega / EL TIEMPO

El escritor colombiano recopila sus experiencias en Medio Oriente en el libro 'Océanos de arena'.

Un día Santiago Gamboa paseaba con Álvaro Mutis por las calles de París. Mientras caminaban y charlaban, Mutis le señaló la isla de San Luis, una de las dos penínsulas que se encuentran dentro del río Sena y que fue bautizada así por Luis IX de Francia en el siglo XIII.

“¿Ves esa pequeña isla? Es el lugar más bello que he visto en mi vida”, le dijo Mutis. Gamboa la observó, reflexionó, se quedó callado y asintió con la cabeza a lo que el autor de ‘La mansión de la Araucana’ le decía. Pero en realidad discrepaba con el escritor bogotano y no era capaz de refutarle algo. “¡¿Cómo le voy a decir que ‘no’ al maestro Mutis?!”, recuerda haber pensado en ese momento.

Las palabras de Mutis retumbaron en su cabeza. De inmediato pensó: “Tal vez cada persona tenga en el planeta un lugar que reconozca como el más hermoso del mundo”. El lugar de Mutis es esa minúscula isla en medio de una gran ciudad; el suyo aún no había sido descubierto.

Tuvo que pasar muchos check in en aeropuertos, comprar varios tiquetes de autobuses y negociar de vez en cuando el precio de un trayecto con choferes de camionetas para descubrir su ‘isla de San Luis’. Es Jerusalén, una de las ciudades que visitó en los viajes que hizo a Medio Oriente durante 2004 y 2005, viajes que componen ‘Océanos de arena’ (Mondadori), su más reciente novela.

“El libro es la recopilación del recorrido que hice por Siria, Israel y Jordania para escribir mi novela ‘Necrópolis’. Allí coloco los apuntes que tomé en el viaje”, explica Gamboa, quien además de ser escritor es periodista y diplomático. Fue corresponsal de EL TIEMPO, diplomático ante la Unesco y agregado cultural en la embajada de Colombia en la India. Actualmente escribe para la revista Nexos, de México, y el diario El Mercurio, de Chile.

En ‘Océanos de arena’ se mezcla la crónica periodística, la historia y la literatura. Hay descripciones minuciosas de las calles árabes, los mercados, los templos religiosos, las comidas y las personas. “Yo creo que los escritores de viajes somos todos distintos. Algunos son indiferentes con los detalles que ven; otros, como yo, nos entretenemos con ellos”, dice Gamboa cuando se le pregunta por el proceso de escritura del libro.

Las libretas fueron testigos de su paso por los hoteles, cafés y restaurantes que visitó en Medio Oriente. En ellas anotó desde el nombre de los lugares donde se hospedó hasta el precio y los nombres de las comidas, porque para él “cada cosa tiene un nombre. En eso consiste describir”. Pero más allá de la descripción al estilo guía turística, Gamboa buscó detrás de cada ciudad su historia. Hace una mirada introspectiva de Alepo, Damasco, Jerusalén –a la que le dedica gran parte del libro– y Ammán. Pero ese recuento histórico lo hace ligado a la literatura. “La literatura de viajes es una forma de literatura. No está desligada”, dice.

¿Pero cómo llegó Gamboa a enamorarse de Jerusalén? “Fue en un hotel de la ciudad. Estaba descansando en su terraza cuando el sol tocó la Cúpula de la Roca (una mezquita importante para los musulmanes). Fue un momento inolvidable. En ese momento encontré mi ‘isla de San Luis’”, explica.

También lo enamoró la interculturalidad de la ciudad, porque ahí están los grandes símbolos de las tres religiones monoteístas más importantes del mundo: el Santo Sepulcro para el cristianismo; el Templo de Jerusalén junto al Muro de las Lamentaciones para el judaísmo, y la Explanada de las Mezquitas para el islam, lugar donde están ubicadas la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al-Aqsa.

¿Y cómo logró ver la belleza de una ciudad donde propios y extraños sienten la tensión entre tres disímiles formas de ver el mundo? Encontró grandes conexiones entre el mundo árabe y América Latina, eso le permitió añorar a Colombia; a su ciudad natal, Bogotá, y establecer un contacto con ese lugar rodeado de dunas rojas y amarilla, muy lejano al frío y la lluvia. “El mundo árabe es muy parecido al nuestro”, comenta Gamboa. “Tenemos muchas cosas en común. Por ejemplo, la forma de comerciar. Las ciudades con un crecimiento caótico, como Bogotá, tienden a presentar los mismos inconvenientes de las ciudades árabes”.


Pero el viaje donde encontró su lugar más hermoso en el mundo estuvo marcado por choques sociales y políticos. Durante su estadía vio cómo judíos imponían sus ‘leyes divinas’ en territorios palestinos, vio cómo se segregaban a las comunidades árabes asentadas en lo que hoy es Israel, y escuchó a quienes alguna vez fueron ciudadanos palestinos y el único recuerdo que guardan de sus tierras son viejos documentos de identificación.

Es el caso de Jamil Abú Eisheh, un palestino de 82 años que conduce camiones y buses por todo el Medio Oriente. Gamboa lo conoció en el recorrido que hizo de Jerusalén a Ammán, en Jordania. Con Eisheh dialogó sobre las distancias que separan a judíos de palestinos, límites físicos y políticos. En la plática, el viejo conductor le dijo algo transcendental al turista, algo que lo marcaría: “Si esta región estuviera en paz, se podría desayunar en Jerusalén, almorzar en Damasco y comer en Beirut”. Esa frase siempre la tendrá Gamboa en su mente, porque entendió lo que es vivir tan lejos y al mismo tiempo tan cerca de los suyos.

Después de este viaje por lugares milenarios, donde nacieron, se fortalecieron y yacieron imperios y civilizaciones, fijará su brújula hacía nuevos sitios, pues seguramente no parará de contar cómo es el mundo. “Me gustaría relatar a la India que conocí cuando hice parte del cuerpo diplomático colombiano en ese país y quiero conocer más a fondo África”, responde cuando se le pregunta sobre los lugares que quiere relatar y desea conocer. Y agrega, a manera de consejo: “Todos los lugares tienen el mismo valor. Lo lejano o lo cercano del sitio no influye en la historia, sino lo que se observa y se siente en él. El encuentro personal con el lugar”.

*Santiago Gamboa estará en la vigésima sexta Feria Internacional del Libro de Bogotá presentando su obra ‘Océanos de arena’ y hablando de la literatura de viajes el 28 de abril en la sala Porfirio Barba Jacob, de Corferias, a las 3:00 p.m.

Por: José Darío Puentes, periódico "El Tiempo"

miércoles, 24 de abril de 2013

Manuel Caballero Bonald recibió el Premio Cervantes


El escritor español, Manuel Caballero Bonald recibió el Premio Cervantes.

El escritor español José Manuel Caballero Bonald recibió el Premio Cervantes. En su discurso reivindicó "la potencia consoladora" de la poesía e hizo un llamado a defender el humanismo.

El escritor español José Manuel Caballero Bonald reivindicó hoy, en su discurso de agradecimiento del Premio Cervantes, "la potencia consoladora" de la poesía, tan necesaria en un mundo como el actual, "asediado de tribulaciones y menosprecios a los derechos humanos".

El escritor recibió el Premio Cervantes en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares de mano de los príncipes de Asturias, porque el rey, quien usualmente hace entrega del galardón, no asistió a la ceremonia por motivos de salud. En su discurso de agradecimiento Caballero hizo una sentida reivindicación de la poesía, que dijo tiene un enorme poder, que incluso "puede corregir las erratas de la historia", y "es una forma de defensa contra las ofensas de la vida".

"Siempre hay que defenderse con la palabra de quienes pretenden quitárnosla. Siempre hay que esgrimir esa palabra contra los desahucios de la razón", añadía el escritor gaditano en un acto solemne que constituye el acto central del Día del Libro, en el que se conmemora la muerte de Cervantes y de Shakespeare.

Su discurso, que leyó con voz firme y pausada y en la que se adivinada un lejano acento andaluz, estuvo dedicado en buena medida a Cervantes, a su infravalorada poesía y a su concepción de la libertad".

Caballero Bonald destacó que a pesar de los múltiples fracasos y decepciones que sufriera, Cervantes "nunca renunció a ir macerando en la memoria su más universal empeño creador: el que hizo de la libertad un fecundo condimento literario".

"Todo lo que tuvo de infortunada la vida de Cervantes acabó encontrando una justiciera contrapartida en esa manifestación suprema de la propia libertad que es la palabra", agregó enfatizando la libertad como valor indispensable. "Más que la imagen del vencido por la vida, lo que ese Cervantes acaba sugiriendo es la del vencedor literario de todas las batallas por la libertad".

Caballero Bonald, autor de Manual de infractores o de Entreguerras lleva una larga carrrera como escritor en la que ha explorado en casi todos los géneros. Se mostró agradecido por el reconocimiento y destacó que tan importante como la escritura para su obra, también la lectura es parte fundamental de ella y aseguró que su "biografía literaria" depende tanto de los libros que ha escrito como de los que ha leído.

"En mi poesía está implícito todo lo que pienso, y hasta lo que todavía no pienso, que ya es meritorio", dijo Caballero, quien ratificó su creencia en "la capacidad paliativa de la poesía, en su potencia consoladora frente a los trastornos y desánimos que pueda depararnos la historia (...) El arte en general, y la poesía en particular, pueden "contribuir a la rehabilitación de un edificio social menoscabado.

Tal vez se logre así que el pensamiento crítico prevalezca sobre todo lo que tiende a neutralizarlo. Tal vez una sociedad decepcionada, perpleja, zaherida por una renuente crisis de valores, tienda así a convertirse en una sociedad ennoblecida por su propio esfuerzo regenerador", concluyó antes de recibir un sonoro reconocimiento.

Tomado de la Revista arcadia.com